Autonomía para aprender y autonomía para vivir
El documento de Miryam Narváez Rivero trata la función de la educación como formadora de personas capaces de vivir y convivir en democracia, respetándose a sí mismos y respetando a los demás, personas capaces de colaborar en un proyecto común con otros de iguales o diferentes creencias u opiniones.
Para lograr ese objetivo, la educación debe fortalecer la capacidad de los alumnos de gobernar inteligentemente sus emociones. Esto implica desarrollar la autonomía moral, la que se sustenta en la autonomía de la voluntad, facultad que corresponde al orden intelectual.
Para ser autónoma, la persona debe ser libre, y para ello debe ser capaz de superar la ignorancia, el determinismo genético, y social, así como los instintos.
Del pensamiento de Savater se extrae la necesidad de que el proceso educativo debe contribuir a liberar a la persona de sus impulsos y deseos despóticos, para lograr actuar sobre la base de una ética personal que se proyecte hacia el bien común.
Para ser autónomo se debe ser libre. Educar en libertad no es sólo formar personas capaces de hacer cosas por sí solas, sino que debe formárseles autónomas, capaces de una convivencia democrática, lo que implica la aceptación y no la negación del otro.
La autoestima incide en el desarrollo de la autonomía personal, es necesario valorarse y respetarse a sí mismo como punto de partida para valorar y respetar a los demás. Los niños y jóvenes deben crecer valorándose a sí mismos, sintiendo que valen por lo que son, y no por lo que tienen. La educación se enfrenta a la difícil tarea de desarrollar la autonomía personal en una sociedad que estimula la competitividad, el individualismo, el tener, el egocentrismo, lo que se contrapone a un ser autónomo capaz de integrarse armónicamente en una sociedad más humana.
Se plantea que la escuela para formar seres autónomos debe:
- apostar por las capacidades “de las personas”
- darles confianza, y
- darles una percepción positiva del futuro
Se deben desarrollar saberes, habilidades, y actitudes en los estudiantes, para que logren eficiencia productiva, pero en pos de un proyecto social común.
En cuanto a su acción, el educador debe tener rigor y elasticidad, para no ahogar la autonomía que pretende desarrollar en sus alumnos.
En cuanto a esto último, opino, que hay que tener presente, que si bien el docente debe promover un espíritu activo en sus estudiantes, debe marcar límites a los que es necesario respetar, para lograr una convivencia armónica, y esta tarea actualmente está resultando muy difícil, ya que esa misión debe empezar en el hogar y en muchos hogares se está viviendo una crísis de autoridad, que impide llevar adelante con éxito, ese objetivo fundamental para generar el desarrollo personal autónomo.
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